domingo, 22 de febrero de 2015

Amanecer y ver.


Amanece en Vigo, es un día hermoso. Observo  a mi hijo que duerme abrazado a su papá y sólo puedo conmoverme. Ayer vi un vídeo donde una gata había adoptado a varios patitos que quedaron huérfanos, mientras lo observaba pensaba en que  la naturaleza  y todo lo que hay en ella es una gran expresión de amor no excluyente, donde no hay malicia, donde todo se expande y nos cubre. Y cuando nos veo como especie a nosotros a los seres humanos, mientras veo las noticias, o los reportajes donde la industria,  de la ropa, de la comida, del plástico, hasta del reciclaje incluso, a medida que va creciendo se va convirtiendo  en un monstruo devorador de todo lo que se distingue, devorador de particularidades; de la señora o el señor que vivían de su puesto en el mercado, de la señora o el señor que hacían zapatos o ropa. De aquellos que  Vivian de la pesca,  o la siembra. La industria es un monstruo que homologa rutinas, globaliza deseos, es un monstruo al que debemos dejar de alimentar. Veo todo esto y me viene la imagen del tsunami, a la cabeza;  esa gran masa de agua que no distingue, que arrasa con todo a su paso, con fuerza. Dejando atrás pobreza, dolor y desesperanza. 
No puedo dejar de preguntarme: ¿En qué momento dejamos de ver que venimos del amor?, ¿En qué momento nos volvimos  seres temerosos y excluyentes de lo que nos rodea y de lo que somos?, ¿En qué momento olvidamos qué es lo más importante?
 Yo cada día hago el ejercicio de no olvidar.


Sigo aprendiendo...

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