domingo, 25 de enero de 2015

Emigrar



En noviembre comienzo a pensar en el invierno, en diciembre las navidades me entretienen así que no pienso tanto en el frío. En enero es irremediable y no hay distracciones así que siempre en enero quiero irme a mi tierra. A esta nostalgia del calorcito se le suman la de los sabores, colores, amores,  Además  de saber que allá el verano dura todo el año. En enero odio estar aquí. Pero también debo decir que estar aquí tiene muchas cosas buenas. La comida aquí es increíble y vayas a donde vayas siempre comes rico, pero rico de verdad.
Hay fiestas para celebrarlo todo, desde siempre: Las cosechas, la buena pesca y entre tantas celebraciones uno también come siempre muy rico. Además Galicia es hermosa porque es verde y azul, es amorosa y solidaria, es en apariencia fría pero en el fondo muy caliente, así la definiría yo en resumidas cuentas. Y también definiría así a su gente, se la dan de fríos pero en el fondo son calentitos. Son familiares y trabajadores. Sé que el día que me toque marchar voy a echar de menos estar aquí y voy a agradecer mucho todo lo que viví.
Entonces emigrar era esto. Cuando era muy joven no entendía porque mi abuela vivía viendo la televisión española y vivía allá con el corazón aquí, no era que la criticase, pero no podía entenderla hasta ahora que estando aquí hago un esfuerzo enorme por no vivir con el corazón allá.
Es difícil irse de su país sobre todo cuando no te queda más remedio, porque tienes hijos, porque no te parece que la vida se deba llevar así, porque no te encuentras...
Es difícil dejar amigos, familia, planes, proyectos, vida. Es difícil llegar a un lugar nuevo y hacerse un espacio, es difícil hacer amigos nuevos, hacer una vida nueva, pasan días, meses, años y aunque no lo quieras debes detener el ritmo para adaptarte, olvidar la soledad, olvidar un poco tu vida, posponer cosas y adaptarlas a lo nuevo. No es fácil a los 6 años y mucho menos a los 36.  Y entre tanto, aprendes cosas; aprendes sobre el desapego, aprendes a ver la realidad de personas y mundos los cuales no imaginabas, aprendes sobre ti, sobre lo que quieres, aprendes a ser más fuerte, aprendes que lo que dejaste no vuelve, que todo se guarda en el corazón.  Le sacas lo máximo a cada llanto y continuas, porque de eso se trata la vida. 

Yo sigo aprendiendo.





jueves, 22 de enero de 2015

Re-cordar


Leyendo un artículo de la periodista cubana Yoani  Sánchez, donde hablaba del viaje que hizo a  Berlín y su relación con su padre,  recordé  un viaje; el viaje a la tierra donde nació mi padre: San Sebastián, este lugar mítico en torno al cual giraban los recuerdos y las conversaciones en mi casa. 
Cuando tenía 8 años quise regalarle a mi padre algo especial para su cumple y pinte un cuadro de la  Playa de La Concha, que está situada en la Bahía de La Concha, al oeste de la desembocadura del río Urumea, separada del mismo por el monte Urgull.  De vez en cuando la imagen de esa pintura invade mis pensamientos como una diapositiva que se proyecta en el espacio. Las casitas todas torcidas, las vías enormes por donde coches de tres ruedas y muchas ventanas  transitan  hacia esas vacaciones infinitas que imagina uno de pequeña.  Personitas aplastadas en la arena color pan rallado que logre representar con mi mezcla de tres colores, y el mar, aquel mar que se abría como un ojo lleno de asombro ante un sol eternamente amarillo. Ese cuadro me dio más alegría pintarlo que regalarlo.
El día que llegamos a San Sebastián mi hijo y yo, era un día soleado, nos recibió mi primo a quien tenía más de 15 años sin ver. Nos comentó que el clima había hecho una tregua para recibirnos porque días anteriores había llovido mucho. Las lágrimas y los abrazos no se hicieron esperar, comenzaron a fluir con aromas a helados, sonidos  de fiestas infantiles y payasos risueños. En el paseo fuimos guiados  por la mano de nuestra abuela, con la que hice ese paseo mentalmente al menos un millón de veces. Subir al Monte Igueldo, donde se celebraban bailes y donde mi padre iba a jugar de pequeño era una visita obligada. La panorámica desde ahí es un privilegio a los ojos. Sientes que viaja a comienzos del siglo XX  y estas contemplando la reconstrucción de la ciudad.  Cada lugar que veía tenia historias contadas que luego me transportaban a olores de platos como los chipirones, las croquetas de la abuela, el bacalao al pil pil, la merluza en salsa verde y los mil manjares maravillosos que de su cocina salían. Las navidades y las tradiciones, los abrazos y las discusiones. Un tópico clásico eran los apellidos, siempre había algún apellido al que perseguirle la raíz  y ver si su origen era Vasco, latín, eslavo o azteca...siempre era un tema. Al final concluían que todos tenían raíz vasca en esencia   y así terminaban felices la sobremesa.  Terminar de comer y beber un pacharán que te ayudara a digerir más fácilmente.  O comer queso con chacolí.   En mi viaje encontrarme de nuevo las sidras que bailaban en la cocina de mi casa, el queso de Marengo. Los caramelos y bombones que mi abuela traía a casa al volver de sus viajes por su querida tierra. 
Recordar, del latín Recordis volver a pasar por el corazón. Todo pasaba de nuevo por el mío, las miradas, los besos, los cuentos. Como cuando visite los peines de Chillida, quien le dijo a mi padre mientras exponía sus cuadros que siguiera trabajando pues tenía mucho futuro. Esa historia llenaba de orgullo a mi abuela. La contaba representando al personaje, mirando al infinito como si Chillida, se encontrase en algún plano al que solo ella podía dar un vistazo. 
La isla de Santa Clara, frente a la playa,  pequeña y llena de anecdóticas escapadas que hacían mi padre y sus amigos para fumar, beber o hablar de chicas. 
El ayuntamiento, el viejo casino. La Plaza la Constitución, antigua plaza de toros, el teatro Victoria Eugenia, donde mi abuela asistía a conciertos, zarzuelas y operetas.   El puente de Zurriola. Los otros dos puentes el de Santa Catalina y el de María Cristina, que es el más hermoso de los tres. 
San Sebastián para mí fue como una sesión de meditación de una semana, donde viaje  a lo más profundo de mí ser, de donde vengo, cual es mi historia. En cada esquina me preguntaba cómo mi papá y mis abuelos se marcharon de aquella maravillosa ciudad, pero supongo que como dice Ortega y Gasset " yo soy yo y mis circunstancias" y posiblemente esta ciudad no significó lo mismo para ellos que para mí, es ese momento.   

Lo que si es cierto es que estos viajes de retorno por el camino ancestral marcan de manera hermosa cuando estas consciente de escuchar a tu corazón y saberte vivo y agradecido por todo lo que ellos antes de ti hicieron. Decirles gracias desde este rincón de la tierra es una experiencia que me cuenta más de ellos y los amo más por eso.





martes, 20 de enero de 2015

La vida siempre gana, a mi al menos...




A veces quisiera dejar de ser valiente, no lo digo pensando en mis logros, lo digo pensando en mis miedos. ¿Cuáles? Miedo a no poder, a no llegar, a no lograr hacer realidad mis sueños. A veces tengo la sensación que todo depende de mí y que es posible, pero a veces esa sensación se vuelve en mi contra y pienso que si todo depende de mí es mucha carga que llevar.  Entonces el tema es el miedo. La dualidad; ser súper valiente y súper cobarde, querer el éxito y sabotearse, tener ganas de comerse el mundo y dejar el mundo te coma. Siempre termino decidiendo la primera y mientras la ejecuto voy sintiendo la segunda. Es decir yo y mis contradicciones, yo y mis circunstancias. 
Ayer me preguntaba ¿por qué siempre intento cosas nuevas? ¿Por qué no me rindo? Mientras veía una película, a la cual no le preste mucha atención hasta que luego de un funeral súper triste la familia se reúne y comienza a hacer planes, y sonríen. Así termina la película, los tipos sonríen. Y me dije yo, ¡claro! La vida es la culpable, la vida y su fuerza, la vida y su poder. Puede pasar cualquier cosa, pero si te gusta la vida un poquito, te salvaste, o te condenaste depende del punto de vista o de cómo te sientas. Yo amo la vida, es decir que me requetejodi.
Hoy me entere que ayer fue el Blue Mondey, el día (según estadísticas matemáticas de un listo americano) más triste del año.  Me da que es otra excusa para vender cosas, pero bueno eso es harina de otro costal. Yo no entro en las estadísticas porque hoy es martes y creo que aunque estoy algo triste no se acerca a mi día más triste del año. Espero no tenerlo. ¿Ves? Demasiado superviviente, demasiado positiva. 

Estoy requetejodida. Ja, Ja, Ja...










jueves, 15 de enero de 2015

Mad Woman

Estoy súper enganchada a una serie americana sobre el mundo publicitario de los años 50,60 y 70. No se si llega hasta los 80 pero por ahora estoy disfrutando un montón, al ver la evolución de la moda en cada década. Me encanta el vestuario y sus complementos. Verlos me inspiro tanto que empecé a diseñar unos bolsos que pronto mostrare por aquí.









martes, 13 de enero de 2015

Recorrido inolvidable.

Durante un tiempo participe en eventos relacionados con el diseño en Venezuela, compartí espacio con talentos maravillosos a los que luego de cuatro años perdí la pista. Fue una experiencia irrepetible  que dejo registrada aquí en fotos.





































viernes, 2 de enero de 2015

Patrones


Este es un trabajo que me encanta. Fotografías de la naturaleza, de lo urbano y todo lo que me rodea. Lo convierto en series, lo saturo, lo combino. Hago así patrones perfectos para imprimir sobre telas o superficies con las que luego puedo hacer bien sea bolsos o vestidos.





 Alcantarillado Rua Aragón, Vigo.





Hoja de otoño con forma de corazón, o el corazón de alguien. 



Luego están los dibujos, o aquello que al combinar obtiene la armonía necesaria para poder ser impreso.








texturas!