jueves, 26 de febrero de 2015

Hermanas




La vida me regalo un hermano mayor, así que  nací y él ya estaba allí. Compartimos mucho juntos, muchas travesuras, pero bueno, que era un chico y yo quería una hermanita. Mi hermano y yo peleábamos lo normal, lo que pelean los hermanos, jugábamos mucho, yo siempre tenía que inventar juegos porque según él yo era la mejor en eso de inventar cosas así que inventaba, pero en el fondo estaba aburrida, quería mucho  una hermanita: quería hacer ropita de muñecas, jugar a la casita, al té y a maquillarme.
También me gustaban las pistas de carritos, construir ciudades y retarlo a correr o pegarnos a modo de lucha libre. Así que me gustaban las dos cosas.
Lo normal es que el tiempo pasa, él hace sus amigos y yo los míos, y así fue hice mis amigos, las chicas no se me daban bien. Creo que jugué demasiado con mi hermano y si estaba con alguna chica la retaba a correr o intentaba hacerle una llave de lucha libre.  En definitiva, yo aún no manejaba el arte de hacer cosas de chica. Con mi madre aprendí otras cosas; ella es del tipo mujer intelectual, que le toneladas de libros, que lleva un look natural y para quien ha sido más importante alimentar el espíritu que el ego. Así que yo no poseía un entrenamiento previo.  Por estas cosas y más supongo que quería una hermanita. 
Al final  las  chicas fueron llegando una por una a mi vida; entre cursos, estudios, campamentos, fiestas, reuniones, amigos en común, etc. Y la vida me fue regalando hermanitas; hermanitas que leen toneladas de libros, que aman el diseño tanto como yo, que escriben y dibujan, que alimentan su espíritu, que cocinan rico, que bailan, que corren con lobos. Hermanitas con las que voy al cine, me río, sueño, peleo y juego. Hermanitas que vienen un rato y se quedan mucho y otras que se quedan poco, pero que siempre están.

 Y hoy pienso que quiero agradecer por todas y cada una, que las quiero, que son mis hermanitas, las que siempre deseé. Y que he sido bendecida por tenerlas. 









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