domingo, 9 de agosto de 2015

Mamá



Desde que soy madre hay cosas que no hago, y creo que son tantas que no podría enumerarlas claro que, el espacio que dejan las no hechas es ocupado por cosas que hago porque ser mamá es mucho más que un título, es un trabajo a tiempo completo. Eso lo sabemos todas las mamas, no digo aquí nada nuevo. Lo que pienso al nombrar esto es que también dejamos un poco de lado lo que es ser nosotras, bueno al menos en mi caso y en el de muchas madres que conozco. 
Surge una alarma que se activa para avisarte  que debes tener la agenda  programada para pasar tiempo de calidad contigo, es hasta una obligación. Cuando  antes surgía naturalmente hoy es un reclamo. Cosas tan sencillas como: ir a la peluquería, ir al teatro, a bailar, a cenar.  Seguir la cartelera cinematográfica independiente, tener un calendario para conocer sitios de moda, leer libros con mucha frecuencia. Preocuparte por actualizar constantemente tu guardarropa, etc. No te das cuenta cuando muchas de esas cosas ya no están en primer plano y de repente ni recuerdas cuando lo estuvieron. Suena a cuentos de fábula, “Hace muchos, muchos  años atrás había…”.
Con el tiempo surge la nueva tu (que no tienes idea de cuándo va a aparecer) logra negociar y  poner todo en su sitio.  Toma lo viejo, lo nuevo y hace un remix. Entonces entras en el mundo de las posibilidades, porque esa personita que llega a tu vida te trae mil cosas que compartir. Te gusta que tu vida cambie para siempre porque ese ser, pequeñito, que tiene sus ojos y tú mirada siempre va a estar allí, en tu corazón y siempre te hablara de novedades, de aventuras y de amor. 
Ser mamá definitivamente es algo que te cambia tanto las prioridades como el alma. 

Yo amo ser mamá de mi hijo. 






jueves, 26 de febrero de 2015

Hermanas




La vida me regalo un hermano mayor, así que  nací y él ya estaba allí. Compartimos mucho juntos, muchas travesuras, pero bueno, que era un chico y yo quería una hermanita. Mi hermano y yo peleábamos lo normal, lo que pelean los hermanos, jugábamos mucho, yo siempre tenía que inventar juegos porque según él yo era la mejor en eso de inventar cosas así que inventaba, pero en el fondo estaba aburrida, quería mucho  una hermanita: quería hacer ropita de muñecas, jugar a la casita, al té y a maquillarme.
También me gustaban las pistas de carritos, construir ciudades y retarlo a correr o pegarnos a modo de lucha libre. Así que me gustaban las dos cosas.
Lo normal es que el tiempo pasa, él hace sus amigos y yo los míos, y así fue hice mis amigos, las chicas no se me daban bien. Creo que jugué demasiado con mi hermano y si estaba con alguna chica la retaba a correr o intentaba hacerle una llave de lucha libre.  En definitiva, yo aún no manejaba el arte de hacer cosas de chica. Con mi madre aprendí otras cosas; ella es del tipo mujer intelectual, que le toneladas de libros, que lleva un look natural y para quien ha sido más importante alimentar el espíritu que el ego. Así que yo no poseía un entrenamiento previo.  Por estas cosas y más supongo que quería una hermanita. 
Al final  las  chicas fueron llegando una por una a mi vida; entre cursos, estudios, campamentos, fiestas, reuniones, amigos en común, etc. Y la vida me fue regalando hermanitas; hermanitas que leen toneladas de libros, que aman el diseño tanto como yo, que escriben y dibujan, que alimentan su espíritu, que cocinan rico, que bailan, que corren con lobos. Hermanitas con las que voy al cine, me río, sueño, peleo y juego. Hermanitas que vienen un rato y se quedan mucho y otras que se quedan poco, pero que siempre están.

 Y hoy pienso que quiero agradecer por todas y cada una, que las quiero, que son mis hermanitas, las que siempre deseé. Y que he sido bendecida por tenerlas. 









domingo, 22 de febrero de 2015

Amanecer y ver.


Amanece en Vigo, es un día hermoso. Observo  a mi hijo que duerme abrazado a su papá y sólo puedo conmoverme. Ayer vi un vídeo donde una gata había adoptado a varios patitos que quedaron huérfanos, mientras lo observaba pensaba en que  la naturaleza  y todo lo que hay en ella es una gran expresión de amor no excluyente, donde no hay malicia, donde todo se expande y nos cubre. Y cuando nos veo como especie a nosotros a los seres humanos, mientras veo las noticias, o los reportajes donde la industria,  de la ropa, de la comida, del plástico, hasta del reciclaje incluso, a medida que va creciendo se va convirtiendo  en un monstruo devorador de todo lo que se distingue, devorador de particularidades; de la señora o el señor que vivían de su puesto en el mercado, de la señora o el señor que hacían zapatos o ropa. De aquellos que  Vivian de la pesca,  o la siembra. La industria es un monstruo que homologa rutinas, globaliza deseos, es un monstruo al que debemos dejar de alimentar. Veo todo esto y me viene la imagen del tsunami, a la cabeza;  esa gran masa de agua que no distingue, que arrasa con todo a su paso, con fuerza. Dejando atrás pobreza, dolor y desesperanza. 
No puedo dejar de preguntarme: ¿En qué momento dejamos de ver que venimos del amor?, ¿En qué momento nos volvimos  seres temerosos y excluyentes de lo que nos rodea y de lo que somos?, ¿En qué momento olvidamos qué es lo más importante?
 Yo cada día hago el ejercicio de no olvidar.


Sigo aprendiendo...

lunes, 16 de febrero de 2015

Tips.



1. Un diseñador o artista nace y se hace. Si no cultivas esa curiosidad y materializas no verás frutos.

2. Dibujar es importante a la hora de plasmar lo que quieres pero las herramientas básicas del oficio, como patronar, cortar y coser son fundamentales. Solamente así se puede saber que se quiere,  corregir errores y trabajar en equipo.

3. Un día una mujer que admiro mucho me dijo:"un artista debe saber de todo; política, arte, ciencias, economía, diseño".  Esta de tu parte absorberlo todo o no.

4. Un diseñador dentro de una empresa o formando la suya propia debe tener claro para quién quiere diseñar, o mejor aún, a quién imagina como cliente meta.

5. El color es uno de los factores de mayor importancia en la moda. Conócelo y manéjalo para ser mejor.


6. No hay éxito instantáneo. Como en todo, cuando la inspiración y el éxito llegan nos tienen que encontrar trabajando.





martes, 10 de febrero de 2015

Del Caribe soy, soy...



Soy del Caribe. Me duelen los dedos al coser. Pase el día cosiendo y descosiendo cosas. Tejí otras más. Me duelen los dedos al tejer. Es por el frío. En Galicia el frío se te mete en el cuerpo y para sacarlo la labor es como la de un exorcista en un cuerpo poseído. El frío me posee y solo rezo infusiones para que se marche. La humedad generalmente está al 100%. Cuando eres venezolano ni hablas del clima, ese nunca es el tema, casi nunca. Una de las cosas que también te cambian aquí son eso, los temas: el clima es el fijo adonde vayas. Cuando llegas no lo entiendes y luego hasta tú andas con el mantra. 
Estos días ando con rabia. Suelo ser muy entusiasta pero el frío saca a mi sombra a pasear y a tomar chocolate con churros, y lo peor es que eso no la calma. 
La rabia es porque todo lo cotidiano me da "rabia" cuando lo hago: coser, salir, ducharme, vestirme, cocinar, fregar, levantarme, despertarme...así no se puede vivir, digo yo! 
Al final pensé que no puedo estar dispuesta a estar con "rabia" las próximas semanas de invierno que me quedan y he decidido meterme en una funda de lana que tejí y salir de allí en mayo, así que hasta entonces ¡nos vemos!
Bueno, es mentira pero seguiré tejiendo por si acaso.










domingo, 25 de enero de 2015

Emigrar



En noviembre comienzo a pensar en el invierno, en diciembre las navidades me entretienen así que no pienso tanto en el frío. En enero es irremediable y no hay distracciones así que siempre en enero quiero irme a mi tierra. A esta nostalgia del calorcito se le suman la de los sabores, colores, amores,  Además  de saber que allá el verano dura todo el año. En enero odio estar aquí. Pero también debo decir que estar aquí tiene muchas cosas buenas. La comida aquí es increíble y vayas a donde vayas siempre comes rico, pero rico de verdad.
Hay fiestas para celebrarlo todo, desde siempre: Las cosechas, la buena pesca y entre tantas celebraciones uno también come siempre muy rico. Además Galicia es hermosa porque es verde y azul, es amorosa y solidaria, es en apariencia fría pero en el fondo muy caliente, así la definiría yo en resumidas cuentas. Y también definiría así a su gente, se la dan de fríos pero en el fondo son calentitos. Son familiares y trabajadores. Sé que el día que me toque marchar voy a echar de menos estar aquí y voy a agradecer mucho todo lo que viví.
Entonces emigrar era esto. Cuando era muy joven no entendía porque mi abuela vivía viendo la televisión española y vivía allá con el corazón aquí, no era que la criticase, pero no podía entenderla hasta ahora que estando aquí hago un esfuerzo enorme por no vivir con el corazón allá.
Es difícil irse de su país sobre todo cuando no te queda más remedio, porque tienes hijos, porque no te parece que la vida se deba llevar así, porque no te encuentras...
Es difícil dejar amigos, familia, planes, proyectos, vida. Es difícil llegar a un lugar nuevo y hacerse un espacio, es difícil hacer amigos nuevos, hacer una vida nueva, pasan días, meses, años y aunque no lo quieras debes detener el ritmo para adaptarte, olvidar la soledad, olvidar un poco tu vida, posponer cosas y adaptarlas a lo nuevo. No es fácil a los 6 años y mucho menos a los 36.  Y entre tanto, aprendes cosas; aprendes sobre el desapego, aprendes a ver la realidad de personas y mundos los cuales no imaginabas, aprendes sobre ti, sobre lo que quieres, aprendes a ser más fuerte, aprendes que lo que dejaste no vuelve, que todo se guarda en el corazón.  Le sacas lo máximo a cada llanto y continuas, porque de eso se trata la vida. 

Yo sigo aprendiendo.





jueves, 22 de enero de 2015

Re-cordar


Leyendo un artículo de la periodista cubana Yoani  Sánchez, donde hablaba del viaje que hizo a  Berlín y su relación con su padre,  recordé  un viaje; el viaje a la tierra donde nació mi padre: San Sebastián, este lugar mítico en torno al cual giraban los recuerdos y las conversaciones en mi casa. 
Cuando tenía 8 años quise regalarle a mi padre algo especial para su cumple y pinte un cuadro de la  Playa de La Concha, que está situada en la Bahía de La Concha, al oeste de la desembocadura del río Urumea, separada del mismo por el monte Urgull.  De vez en cuando la imagen de esa pintura invade mis pensamientos como una diapositiva que se proyecta en el espacio. Las casitas todas torcidas, las vías enormes por donde coches de tres ruedas y muchas ventanas  transitan  hacia esas vacaciones infinitas que imagina uno de pequeña.  Personitas aplastadas en la arena color pan rallado que logre representar con mi mezcla de tres colores, y el mar, aquel mar que se abría como un ojo lleno de asombro ante un sol eternamente amarillo. Ese cuadro me dio más alegría pintarlo que regalarlo.
El día que llegamos a San Sebastián mi hijo y yo, era un día soleado, nos recibió mi primo a quien tenía más de 15 años sin ver. Nos comentó que el clima había hecho una tregua para recibirnos porque días anteriores había llovido mucho. Las lágrimas y los abrazos no se hicieron esperar, comenzaron a fluir con aromas a helados, sonidos  de fiestas infantiles y payasos risueños. En el paseo fuimos guiados  por la mano de nuestra abuela, con la que hice ese paseo mentalmente al menos un millón de veces. Subir al Monte Igueldo, donde se celebraban bailes y donde mi padre iba a jugar de pequeño era una visita obligada. La panorámica desde ahí es un privilegio a los ojos. Sientes que viaja a comienzos del siglo XX  y estas contemplando la reconstrucción de la ciudad.  Cada lugar que veía tenia historias contadas que luego me transportaban a olores de platos como los chipirones, las croquetas de la abuela, el bacalao al pil pil, la merluza en salsa verde y los mil manjares maravillosos que de su cocina salían. Las navidades y las tradiciones, los abrazos y las discusiones. Un tópico clásico eran los apellidos, siempre había algún apellido al que perseguirle la raíz  y ver si su origen era Vasco, latín, eslavo o azteca...siempre era un tema. Al final concluían que todos tenían raíz vasca en esencia   y así terminaban felices la sobremesa.  Terminar de comer y beber un pacharán que te ayudara a digerir más fácilmente.  O comer queso con chacolí.   En mi viaje encontrarme de nuevo las sidras que bailaban en la cocina de mi casa, el queso de Marengo. Los caramelos y bombones que mi abuela traía a casa al volver de sus viajes por su querida tierra. 
Recordar, del latín Recordis volver a pasar por el corazón. Todo pasaba de nuevo por el mío, las miradas, los besos, los cuentos. Como cuando visite los peines de Chillida, quien le dijo a mi padre mientras exponía sus cuadros que siguiera trabajando pues tenía mucho futuro. Esa historia llenaba de orgullo a mi abuela. La contaba representando al personaje, mirando al infinito como si Chillida, se encontrase en algún plano al que solo ella podía dar un vistazo. 
La isla de Santa Clara, frente a la playa,  pequeña y llena de anecdóticas escapadas que hacían mi padre y sus amigos para fumar, beber o hablar de chicas. 
El ayuntamiento, el viejo casino. La Plaza la Constitución, antigua plaza de toros, el teatro Victoria Eugenia, donde mi abuela asistía a conciertos, zarzuelas y operetas.   El puente de Zurriola. Los otros dos puentes el de Santa Catalina y el de María Cristina, que es el más hermoso de los tres. 
San Sebastián para mí fue como una sesión de meditación de una semana, donde viaje  a lo más profundo de mí ser, de donde vengo, cual es mi historia. En cada esquina me preguntaba cómo mi papá y mis abuelos se marcharon de aquella maravillosa ciudad, pero supongo que como dice Ortega y Gasset " yo soy yo y mis circunstancias" y posiblemente esta ciudad no significó lo mismo para ellos que para mí, es ese momento.   

Lo que si es cierto es que estos viajes de retorno por el camino ancestral marcan de manera hermosa cuando estas consciente de escuchar a tu corazón y saberte vivo y agradecido por todo lo que ellos antes de ti hicieron. Decirles gracias desde este rincón de la tierra es una experiencia que me cuenta más de ellos y los amo más por eso.